Portal de Parque Chas: "estamos haciendo historia"
Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:27/05/10 Redacción ParqueChasWeb

Funciones de la nota



TALLER DE HISTORIA EN PARQUE CHAS

Se realizó el encuentro, "Bicentenaro, el dilema no resuelto"


Fue la primera charla debate de 2010, el viernes 21 de mayo, en la Biblioteca Popular El Resplandor del Club SABER.
Organizaron Club SABER, Junta de Estudios Históricos de Parque Chas y el Portal de Parque Chas.




La exposición estuvo a cargo de un vecino de Parque Chas: El profesor de historia e investigador del Conicet, Leonardo Killian y el tema elegido fue “El bicentenario, un dilema no resuelto”.

KIllian, centró su charla en dilucidar lo que sucedió el 25 de mayo de 1810: ¿fue realmente una Revolución? ¿Moreno fue un verdadero jacobino? ¿Cómo fue su relación con Saavedra?. También puso en cuestión el mito fundante de aquella gesta, según la versión de la historia contada por Bartolomé Mitre.

La conclusión fue que este bicentenario nos debería servir a los argentinos para pensarnos con proyección de futuro tomando aquellos postulados que inspiraron a los hombres de Mayo.


También se presentó el libro "El Bicentenario en el aula"

La segunda parte de la charla sirvió para presentar el libro “El Bicentenario en el aula”, cuyas autoras son Gladis Galván, Patricia Rota y Ana Simula; con cuentos de Leonardo Killian e ilustraciones de Martín Malamud y Omar Gasparini.

Este libro sugiere pensar el Bicentenario como una posibilidad de reflexionar sobre estos complejos dos siglos que transitó la patria.

La propuesta, en que la literatura e historia se enlazan sin perder su identidad para acompañar la enseñanza-aprendizaje en el aula, brinda la posibilidad de disfrutar de la literatura y trabajar diferentes contenidos de la historia argentina.

El libro se complementa con tres cuentos ambientados en distintos momentos de la historia argentina, que de una manera novedosa invita a entender los sucesos ocurridos durante aquel mayo de 1810, los faustos festejos del Centenario y este Bicentenario.

Cada relato se presenta con distintas propuestas de actividades de lectura y escritura posibles de ser desarrolladas en el aula, más algunos textos informativos que permiten reconstruir las historias ampliando los conocimientos sobre la conmemoración de estos doscientos años de historia.

Las setenta y tres mil y una noches *

Por Leonardo Killian

Había salido de la escuela pero la tormenta lo paró en seco. No había llevado piloto ni paraguas y ahí recordó que su mamá le decía que en esos casos buscara un bar o una confitería y pidiera algo hasta que pasara el temporal.
Entró a El Molino más por la inclemente lluvia que por las pocas ganas de tomar una gaseosa.
Se sentó junto a una ventana que daba a Callao y mientras esperaba al mozo se puso a mirar la gente que pasaba.
Le gustaba mirar a la gente. Su ropa, sus hábitos, su forma de caminar o sus gestos cuando hablaban. Cuando algo o alguien le llamaban la atención sacaba su cuaderno de apuntes y anotaba. A veces lo acompañaba con un dibujo, un simple boceto para recordar mejor el dato escrito.

Desde muy chico, lo único que realmente lo había apasionado era leer y escribir. Este hábito le había traído más de un problema. Su papá insistía en que si no hacía algún deporte sería un debilucho, un fofo al que se llevarían por delante en el barrio y en la escuela.
Cuando visitaban a sus tíos, sus primos le insistían en salir a jugar, cosa que hacía con ganas pero lo que mas disfrutaba era volver para ver que había de nuevo en la biblioteca. Lo que más le gustaban eran los libros de historia antigua, sobre todo si traían dibujos con guerreros y batallas.

Lo mismo le sucedía con la tele. Era un fanático de las películas de griegos y romanos.
Pidió una gaseosa y mientras la tomaba pensaba en que a él también le gustaría escribir una historia de la Argentina como esas que tanto le apasionaba leer, ilustrada con las grandes batallas, la Reconquista de Buenos Aires, el cruce de los Andes…
Nada pretencioso, un relato con algunos personajes históricos y otros que se le irían ocurriendo y fueran pura fantasía.
Ella entró y se fue derecho para su mesa. Lo saludó y se sentó enfrente, también junto a la ventana.
La miró pasmado. Vestida con un peplo griego, gorro frigio y con un escudo y lanzas de tamaño considerable que dejó apoyados en el perchero. Era la viva imagen de las diosas olímpicas que tanto veía en los relatos del Lo Se Todo
Miró para todos lados para ver si era una broma, pero asombrado, notó que nadie la miraba.

“No te hagas problema, el único que me ves sos vos” le dijo con un acento que no era griego precisamente.
No tenía fiebre y la preocupación empezó a convertirse en miedo. Jamás había tenido una alucinación en su vida. Ni a los tres años cuando llegó a tener mas de cuarenta grados de fiebre por una neumonía.
“¿Así que sos escritor”?
“No, soy alumno de séptimo y algún día voy a escribir un libro de historia sobre los doscientos años de la Argentina”, le dijo, “¿Y vos de donde te escapaste, de un circo o me están haciendo una broma para la tele?”
“No, de un circo no” “No seas irrespetuoso” “Cada cien años salgo de la estatua y me doy una vuelta por el barrio para ver como andan las cosas”. “Dejá de pensar macanas” No tenés nada.”Te elegí a vos porque se que querés escribir algo de lo que pasó en estos dos siglos mas que complicados”

En realidad la Pirámide de Mayo la construyeron en 1811 pero da igual, yo ya estaba por acá.
“Así que sos como una especie de genio, ¿como el de Aladino…”?
Momentito che, que soy una dama. En todo caso una genia. Pero no, por estas playas no abundan, yo soy simplemente el fantasma de la Libertad.

“Dejame de embromar, estoy harto de que me carguen…” le dijo picado.
“Si no te interesa me vuelvo a la estatua y chau, te quedas sin historia”
Tocado en su curiosidad y sabiendo que algo así no ocurre todas la tardes de lluvia que uno entra a El Molino a tomar una gaseosa, se desabrochó el último botón del guardapolvo, sacó su cuaderno y le dijo simplemente “Te escucho”.
Lo que esa mujer le contó esa tarde de mayo era para llenar mil páginas. De libros de historia, de novelas, de poemas…
Por sus ojos habían pasado los French, los Moreno, los Saavedra…había visto levantarse edificios, derrumbar la vieja Buenos Aires, había visto llegar gentes de otros lados y había escuchado como cambiaba el idioma de los porteños. Su música y su ropa. Desde el minué en las casas patricias hasta la cumbia en el San Telmo del 2010.

Le contó de degüellos y de ahorcados, de fusilados y apaleados, de la cobardía de los virreyes, de la valentía de los anónimos. De amores desgraciados, de festejos y de lutos.
Como una letanía iba desgranando la historia de estos doscientos años y ha veces se emocionaba, le ganaba la ira o la alegría y había lágrimas de profundo dolor…Había sido testigo de todo y jamás pudo hacer nada por nadie.

Vio llenarse la Plaza por gente copetuda que se hacía llamar decente y también vio llegar a los otros, a los de alpargatas con sus gritos y sus bombos. Le contó de discursos memorables y de otros de los que mejor ni acordarse. De una mujer que se consumió de amor por los humildes y a los que llegaban para cantar el odio. De las bombas y la metralla que la salpicaron a pocos metros y al final esas mujeres con los pañuelos que la rodeaban lúgubres, dignas, valientes. “¿Te diste cuenta que las mujeres, a la hora de la verdad…? “ Si ya se”, la interrumpió algo amoscado.

De repente, recordó que su mamá debía estar preocupada y le pidió permiso para ir a hacer una llamada a su casa.
El mozo, no solo le negó el teléfono sino que le aclaró que para consumir solo una gaseosa no podía pasarse la tarde ocupando una mesa y escribiendo los deberes…

Al volver para la mesa, la mujer del gorro y el peplo habían desaparecido
Pagó la cuenta y salió hacia la calle y la garúa.

Se fue caminando por la Avenida de Mayo que ya mostraba las galas de las vísperas. Era una tarde de perros, húmeda y fría .Prácticamente no había nadie en la calle salvo dos chicos de su propia edad que apilaban cartón en un carro tirado por un caballo tan flaco que lo hizo estremecer de tristeza.
Se acercó a la Pirámide que parecía recién pintada y que a esta hora ya estaba iluminada.

Le pareció que la griega del Escudo le había sonreído y le devolvió el saludo. “No creo que viva cien años” mas le dijo con un súbito buen humor. “Pero si andas por acá, venime a ver” A eso de las nueve me pego una vuelta por el Molino”
Le tiró un beso con la mano, como cuando se despedía de su mami desde la esquina y enfiló para su casa.
Si contaba lo que había pasado se le reirían en la cara. Y ya estaba harto de las bromas.
Por suerte estaba Sergio, su compañero de banco y amigo inseparable. El grandote que lo defendía cuando las cargadas se ponían pesadas.

Sergio le iba a creer.

* El presente es el segundo cuento que presentamos de los tres incluidos en el libro “Bicentenario en el aula”, realizado por el Profesor Leonardo Killan (autor de los mismos) con el aporte pedagógico de las docentes Gladys Galván, Patricia Rota y Ana Simula, y las ilustraciones de Martín Malamud y Omar Gasparini. El libro es publicado por Editorial Biblos y se presentó en la Feria del Libro.
Agradecemos la gentileza la autorización para publicar este cuento.





 


 








2000-2010© Registro de la Propiedad Intelectual Nº Exp. 295108
Todos los derechos reservados-diseño y webmaster: F B