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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:21/11/08  

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NOTA DE OPINIÓN

Ni la bengala ni el rocanrroll


Por Gonzalo Sanz Cerbino*

El eje de la ampliación de la indagatoria a Omar Chabán, que se extendió por tres días en la última semana, ha sido responsabilizar al público que en la noche del incendio en República Cromañón encendió pirotecnia.

Llegó a presentar evidencia tan descabellada como las fotografías de patrulleros golpeados por jóvenes desesperados, que salieron del local siniestrado en la madrugada del 31 de diciembre del 2004.

Esa reacción, que era acompañada del grito desesperado de auxilio, constituiría la prueba de la violencia que también se expresó dentro del local. Sin embargo, el acusado nada dice de la evidencia y los testimonios que lo incriminan.

Sobre la presencia del material inflamable responsabiliza a la empresa que le vendió las planchas para acondicionar acústicamente el local. Pero nada dice de la tela media sombra y las placas de guata que estaban instaladas en el techo antes de que él colocara las planchas de poliuretano, materiales altamente inflamables según determinó una pericia del INTI. Tampoco dice nada del testimonio del empresario Salvatore Albano, convocado por el empresario para "acustizar" el local. Según su declaración en la causa, Albano le advirtió a Chabán, en febrero de 2004, que había que retirar el material inflamable que existía en el techo del local por el peligro que representaba.

Sobre la puerta de emergencia cerrada con candado Chabán sólo atinó a decir que no debió haber sido habilitada ya que conducía a otro local y no a la calle. Por ello responsabiliza al gobierno municipal, al dueño del local y a los bomberos que revalidaron el certificado contra incendio en los 7 años anteriores.

Que Chabán no es el único responsable es cierto, pero el acusado omite convenientemente mencionar que él mismo clausuró esa puerta (que funcionaba efectivamente como salida de emergencia, y que así estaba señalizada hasta la noche del incendio). Al realizar el acondicionamiento acústico del lugar, cerró definitivamente esa salida para evitar que el sonido se filtrara al hotel lindero. ¿Tomó esa decisión sin consultar a profesionales? Parece que sí. Lo que es cierto es que habría implicado un gasto que quien sabe si estaba dispuesto a realizar. La pericia de la División Prevención de bomberos determinó que, de haberse encontrado esa puerta abierta, el local se hubiera evacuado rápidamente, sin víctimas fatales.

Por último, sobre la capacidad del local, sólo ha dicho que no había tanta gente, puesto que se podía circular sin problemas. Sin embargo, fuentes serias señalan que el 30 de diciembre el local estaba desbordado. Según el control de SADAIC había esa noche 2.611 personas, y según los músicos y los responsables de la venta de entradas había más de 3.500. De haberse respetado la capacidad establecida por la habilitación (1.031 personas), la evacuación se hubiera realizado muy rápidamente.

Estos tres factores, sobre los que Chabán poco dice, son necesarios y concurrentes en las 194 muertes que dejó el incendio. Si alguno de ellos no hubiera estado presente, el local no se hubiera incendiado o podría haberse evacuado sin víctimas.

De todos los elementos causales que confluyeron en Cromañón, el único que podría no haber estado es la bengala. Si no se hubiera utilizado pirotecnia en el lugar, el siniestro igual se hubiera producido, más tarde o más temprano, por un cortocircuito, por una colilla de cigarrillo o por cualquier otro factor.

Los incendios en locales comerciales son un fenómeno que ocurre regularmente en todo el mundo: Keybhis, en Olivos (1993); Ycuá Bolaños, en Paraguay (2004); Beverly Hills Super Club, en EE.UU. (1977); Cinq-Sept, en Francia (1970); y tantos otros.

En cada uno de estos casos, el detonante del incendio fue distinto, pero lo persistente ha sido el comportamiento de sus dueños, que ahorraban costos en seguridad para maximizar sus beneficios: habilitando menos salidas de las necesarias, decorando con material inflamable que siempre es más barato que el ignífugo o vendiendo entradas por encima de la capacidad de los locales.

No hay que olvidar la responsabilidad del Estado, que hace la vista gorda ante las irregularidades para no obstaculizar el proceso de la acumulación capitalista. Chabán es expresión de esta lógica y de esta situación, y más allá de que busque endilgar culpas a las propias víctimas del crimen que su comportamiento causó, su versión sólo puede sostenerse eludiendo las preguntas que pocos se hacen.

No es casual que su declaración indagatoria haya sido un extenso monólogo en el que el acusado se negó a responder al tribunal.


* Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales CEICS y autor de Culpable. República Cromañón, 30 de diciembre de 2004, Ediciones ryr, en prensa.





 


 








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