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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:07/05/10 Fuente: Periódico El Barrio

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EL BARRIO SE FUNDÓ SOBRE LA CHACRA DE UN SOBRINO DEL PRESIDENTE DE LA PRIMERA JUNTA

Las huellas de Mayo llegan hasta Saavedra

La Revolución de 1810 cambió el curso de la historia en el Río de la Plata. Una de las figuras centrales de aquella heroica gesta fue Cornelio Saavedra. Su sobrino, Luis María, fue propietario de los terrenos sobre los que se asienta el barrio que recuerda al ilustre prócer. Donde hoy funciona el Museo pasaba los fines de semana junto con su esposa Dámasa Zelaya. Una curiosa coincidencia en el Bicentenario de la Patria.

Por Javier Perpignan
jperpignan@periodicoelbarrio.com.ar

Se cumplen 200 años de la instauración del primer Gobierno Patrio. Aquella heroica gesta protagonizada por hombres de coraje y valor cambió para siempre la mirada que se tenía del mundo y la sociedad en las orillas del Río de la Plata. El presidente de aquella Primera Junta de Gobierno tiene una relación al menos indirecta con la zona. Efectivamente, Cornelio Saavedra es homenajeado en varios distritos del país. Buenos Aires bautizó a uno de sus barrios capitalinos con su apellido. Y las tierras donde se asienta ese barrio pertenecieron a un sobrino suyo.

Todo comenzó a principios del siglo XIX. Diferentes situaciones internas y externas pusieron de manifiesto la crisis que estaba atravesando el Imperio Español en el Río de la Plata. Para el historiador y vecino de Villa Urquiza, Ricardo Ostuni, la Revolución de Mayo tiene una significación más allá de la instalación del Primer Gobierno Patrio y sostiene que hay tres razones que originaron el movimiento revolucionario en el Río de la Plata. “Si bien hay autores que lo niegan, la Revolución Francesa sirvió como fuente de inspiración a hombres como Mariano Moreno y Manuel Belgrano -opina Ostuni-. Y las Invasiones Inglesas, que alteraron la paz de una población tranquila, obraron como detonante. Nunca los criollos se imaginaron que tenían que formar un ejército. Así surgió el Regimiento de Patricios, comandado por Saavedra. Este es el segundo hecho: los criollos tenían la capacidad y los elementos para defender sus territorios. La tercera circunstancia que posibilitó la Revolución de Mayo fue la invasión napoleónica a España y la destitución del rey Fernando VII”.

Una vez instalado Napoleón en España los criollos vieron la oportunidad de poner en práctica sus ideas emancipadoras y comenzaron a reunirse para analizar la situación y cuestionar la autoridad del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. “Así fue como los futuros patriotas aprovecharon las circunstancias y destituyeron a Cisneros, que ya no representaba a nadie -cuenta Ostuni-. Así se originaron los hechos. Si no pasaba esto, seguramente se hubieran originado otros. Lo concreto era que América inevitablemente iba a ser independiente. Como también lo fue Africa”.

Causas y efectos

Los porteños de entonces pidieron al Virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto con el propósito de discutir la posición a asumir ante los sucesos desencadenados en España. Cisneros dio su aprobación y el 21 de mayo se enviaron invitaciones a los vecinos más importantes para la reunión. Esta se realizó el 22 de mayo de 1810 y se debatió la continuidad o no de la autoridad virreinal. Realizada la votación, se decidió que la soberanía pasaría al Cabildo con la finalidad de constituir una Junta de Gobierno. De esta manera, se puso fin al Virreinato.

Al día siguiente, se le comunicó al pueblo que Cisneros terminaba su mandato. A pesar de la decisión tomada en el Cabildo Abierto, el 24 de mayo se constituyó una Junta Provisional Gubernativa cuyo presidente no era otro que Baltasar Hidalgo de Cisneros. Los criollos no aceptaron al Virrey en la Junta y renunciaron a sus cargos. El 25 de mayo de 1810, reunido nuevamente el Cabildo, los “vecinos, comandantes y oficiales” hicieron conocer que el pueblo había reasumido la soberanía y solicitaron se anunciara que habían formado una nueva Junta de Gobierno, cuyos integrantes eran los siguientes: Cornelio Saavedra, presidente; Mariano Moreno y Juan José Paso, secretarios; Juan José Castelli, Domingo Matheu, Manuel Alberti, Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga y Manuel Belgrano, vocales. Desde ese momento, los criollos tomaron el poder. Fue el puntapié inicial que dio origen a nuestro país.

Pero el desarrollo de los acontecimientos no fue precisamente un lecho de rosas. Ricardo Ostuni destaca la decisiva participación que tuvieron aquellos primeros patriotas en momentos en que la causa parecía perdida: “En la noche del 24 de mayo se reunieron en la casa de Rodríguez Peña para discutir sobre el desarrollo de la situación, porque sentían que la revolución y el gobierno criollo se les escapaba de las manos. Todas las memorias de los participantes de aquella reunión cuentan la actitud de Manuel Belgrano ante la zozobra e indecisión general. Belgrano, que estaba sentado en un sillón, mientras discutían se levantó, sacó su espada y luego de dar un golpe sobre la mesa dijo: ‘O sacan al Virrey o voy y le corto la cabeza’. Así explotó la situación y se decidió exigir una Junta conformada por criollos”.

La Revolución de Mayo no fue sólo un cambio de sistema de gobierno. Fue una nueva forma de concebir el mundo. “La Ilustración trajo nuevos conceptos en donde estaba inserta la idea emancipadora de los pueblos -opina Ostuni-. Empezó a tambalear la divinidad que los reyes se habían adjudicado. La monarquía absoluta se desmoronó. El pensamiento de los revolucionarios franceses caló muy hondo. Si uno repasa las obras de los hombres de mayo en todas ellas hay sedimentos de los franceses. Por supuesto, también está el concepto de Thomas Jefferson (N. de la R.: tercer presidente de los Estados Unidos y autor principal de la Declaración de la Independencia de ese país), que transmitió el significado de república y democracia. Así fue que desde diversas fuentes nuestros patriotas abrevaron los conocimientos de un mundo que desconocían y consiguieron los argumentaciones filosóficas y políticas”.

-¿De dónde provenían esos pensamientos?

-Si bien es cierto que con demoras, aquí llegaban las noticias. Había un tráfico de ideas que no venían de Europa sino que llegaban por el norte de Sudamérica y bajaban por Chile. Había diferentes vertientes por donde llegaban esas ideas novedosas.

-¿Aquellos héroes a quiénes representaban?

-Al pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Algunos sostienen que fue una revolución porteña y que lo único que pretendía era manejar la Ciudad en nombre del rey. Pero está claro que la idea era la absoluta independencia argentina. De hecho formaron un ejército para enviarlo al norte y sublevar a los demás pueblos.

Para el ex funcionario público e integrante de la Academia Nacional de la Historia, la revolución se hizo para exportarse. “Armaron ejércitos para exportarla, aún con triunfos y derrotas. Cuando mandaron la expedición al Paraguay fracasó en cuanto a que aceptaran a Buenos Aires como cabeza. Pero la chispa que se inició aquí se propagó”.

-A todo esto, ¿el pueblo sabía de qué se trataba?

-Estas eran situaciones muy difíciles de entender para la mentalidad de la época. Por ejemplo, el señor que vivía en Luján tardaba días en enterarse de lo que ocurría en la Plaza de Mayo. Había una cantidad de personas vinculadas a la sociedad más representativa que sí sabía lo que estaba ocurriendo, incluso conspiraba. La casa de Rodríguez Peña era el lugar habitual de reunión.

-¿Qué nos dejó la Revolución de Mayo?

-Demuestra lo que puede la decisión y voluntad, no sé si llamarlo de un pueblo pero sí de los hombres que conducen al pueblo y éste le responde. Cuando celebramos el primer centenario teníamos un futuro impresionante como país. No sólo visto por nosotros mismos sino también por el extranjero. Tenemos que pensar que dentro de unos años podamos volver a ser el país que éramos. Siempre y cuando tengamos un norte y sepamos a dónde queremos ir. Quizá para 2016, cuando celebremos el otro bicentenario, el de la declaración formal de la Independencia, tengamos otra expectativa. De nosotros depende.

La mirada de un descendiente

Un chozno del secretario de la Primera Junta de Gobierno, Juan José Paso, es periodista y nació hace 88 años en Mendoza y Triunvirato. Durante muchos años fue vecino de Villa Urquiza y en su casa se produjo la reunión fundacional del Partido Laborista que apoyó la candidatura a presidente del coronel Juan Domingo Perón. Se trata de Jorge Eduardo Passo (con dos eses, la forma correcta de escribir el apellido debido a su origen portugués), quien le resta importancia al vínculo que lo une con su ilustre antepasado. “Los Passo eran cuatro hermanos: Vicente José, Juan José Esteban, Ildefonso y Francisco, todos activos participantes en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas -cuenta Jorge-. Juan José murió a los 76 años, soltero y sin hijos. Por eso nosotros, en realidad, somos descendientes de la familia de Passo, suponemos que de Ildefonso. En lo que a mí respecta nunca fue una preocupación importante, porque el trabajo y el estudio hicieron que estas cuestiones fueran secundarias. El que retomó este tema es mi hijo mayor”.

Al reflexionar sobre el bicentenario, Passo deja una visión apasionada acerca del tema: “La Revolución de Mayo estaba consumada en la esencia de las cosas, en la conciencia de los hombres y en las tendencias irresistibles de la opinión, que hacían converger las fuerzas hacia un objetivo determinado. Ese objetivo era el restablecimiento de un gobierno propio, emanación de la voluntad y representante legítimo de los intereses de todos. Fue una revolución sin derramamiento de sangre, verbal. Pero las palabras que se dijeron y escribieron entonces fueron fundamento del Ideario de Mayo, especie de evangelio cívico que los autores de nuestra libertad y fundadores de la nación han legado a los argentinos. El general Belgrano decía que la vida es nada si la libertad se pierde. Por eso, en este 2010 renovemos el grito doliente del creador de la bandera, ¡ay Patria mía! Motivos abundan, razones nos sobran”.

El papel de Saavedra

Uno de los personajes que más actividad desarrolló en aquellos primeros tiempos de la Patria fue sin dudas el Presidente de la Primera Junta de Gobierno. El general Cornelio Judas Tadeo de Saavedra y Rodríguez (1759-1829) fue un militar y estadista nacido en Potosí. Su vocación militar despertaría durante la primera de las Invasiones Inglesas en 1806, durante la cual participó en la reconquista de la ciudad. Previendo un posible contraataque inglés, Saavedra armó el Cuerpo de Patricios, formado por voluntarios de infantería nacidos en Buenos Aires. Estos acontecimientos lo convirtieron en una prominente figura de la política local.

Para Ricardo Ostuni, Saavedra tuvo un papel decisivo en aquellos días de 1810. “El descendía de Hernandarias. Fue un vecino caracterizado que estudió en el Colegio San Carlos. Como integrante de una familia característica, estuvo atento a todos los avatares que se producían en ese momento. Cuando se produjeron las invasiones inglesas y había que formar un ejército, Saavedra fue uno de los promotores. Por eso resultó elegido jefe de Patricios, luego de una votación”, explica el historiador.

-¿Cuál era el perfil de Saavedra?

-Era un hombre tranquilo, sereno, pensante, medido. Su célebre frase que utilizaba para demorar la revolución decía “todavía no es tiempo, las brevas no están maduras”. No en vano lo eligieron presidente de la Junta. Fue un hombre muy importante que en esos complejos momentos condujo con mucha firmeza el ejército.

Cuando la Junta Grande fue disuelta por el Triunvirato, Saavedra dejó la conducción de las milicias y debió trasladarse a la ciudad de San Juan. Varias veces se cursaron órdenes de prisión en su contra, pero no llegó a estar nunca preso. Fue rehabilitado en diciembre de 1818 y se le otorgó el rango de Brigadier General de los ejércitos de la Nación con retroactividad a 1811. Más adelante fue el Jefe de Estado Mayor. En 1822 llegó su retiro definitivo del ejército. Murió en Buenos Aires el 29 de marzo de 1829.

De Saavedra a Saavedra

A los pocos meses de fallecido Cornelio, el hermano menor del ilustre prócer tuvo un hijo al que bautizó Luis María. Con los años, Luis María Saavedra se transformó en un próspero hombre de negocios y adquirió varias tierras en un inhóspito paraje del Partido de Belgrano. Allí levantó su famosa chacra, que utilizó para pastoreo, ganadería y paseo de fin de semana. El proceso de adquisición de la chacra culminó, luego de engorrosas sucesiones, el 13 de marzo de 1880. A fines del siglo diecinueve construyó el casco de la estancia -en donde ahora se ubica el Museo Saavedra, con un diseño totalmente diferente de aquel- y el lago artificial con un puente.

Casi en forma simultánea y muy cerca de allí, Florencio Emeterio Núñez, otro tenaz empresario y hombre de fortuna, adquirió 55 hectáreas en el Cuartel V de Belgrano. Al año siguiente solicitó a la Municipalidad de Belgrano un permiso para construir un lago y un paseo. De inmediato conformó la Sociedad Núñez y Compañía con el propósito de fundar un pueblo al que llamó Saavedra, para honrar la memoria del presidente de la Primera Junta de Gobierno y amigo de su abuelo paterno. Por gestiones de Núñez ante la gerencia de Ferrocarril del Norte y con la donación que Luis María Saavedra realizó de los terrenos necesarios para su construcción, el ferrocarril decidió habilitar la estación que lleva el nombre del próspero empresario donante.

Finalmente, el 27 de abril de 1873 se realizó el acto de fundación del pueblo de Saavedra y el 1 de febrero de 1891 el de la estación ferroviaria. En 1888 el propio Núñez, como Juez de Paz del Partido de Belgrano, firmó la anexión del municipio a la Ciudad de Buenos Aires. De esta manera, Saavedra se transformó en un barrio más de la flamante Capital de la República Argentina.

Mientras el barrio comenzaba a crecer, la chacra de los Saavedra comenzó el camino inverso. Luego de la muerte del sobrino del ilustre prócer, el 7 de enero de 1900 se arrendaron varias hectáreas para ser explotadas como quintas de verdura y para remate de hacienda y reproductores. El resto de las tierras se dedicaba al pastoreo, favorecido por la existencia de buenas aguadas provenientes de importantes molinos; los restos de uno de ellos aún se conservan en el Parque General Paz. Pocos años después de la muerte de Dámasa Zelaya, la viuda de Saavedra, el Poder Ejecutivo Nacional envió al Congreso el proyecto de declaración de utilidad pública y de expropiación. La Municipalidad ya tenía celebrado con los propietarios un convenio de compra. El objetivo era impedir la parcelación para su inmediata edificación y lograr que el predio se convirtiera en reservorio de futuros parques y jardines.

El 12 de diciembre de 1941 la Comisión Interventora de Vecinos del Concejo Deliberante sancionó la Resolución Nº 13.003, por la cual se destinó “el edificio existente en la ex estancia Saavedra para sede del museo municipal”. Para ello se acondicionó el inmueble imprimiéndole, según la moda de esos años, el carácter neocolonial que intenta representar el estilo de las quintas aledañas a Buenos Aires en el período correspondiente a la primera mitad del siglo XIX. La obra mutiló el estilo original de la casona de Luis María Saavedra e instaló en el imaginario popular la idea de que esa propiedad perteneció a su tío Cornelio.

El 25 de mayo de 1942 el Museo Municipal recibió el nombre del prócer y se instaló en su actual ubicación. Cuatro años más tarde, el parque que rodea al museo fue bautizado como General Paz, en un infructuoso intento de distinguirlo del que se encuentra en García del Río y Pinto. Desde entonces el espacio verde fue paseo obligado de los vecinos del barrio. Hoy, si bien mantiene la fisonomía habitual, el estado de deterioro es grande por lo que urge una reactualización de este espacio público.





 


 








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