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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:24/05/07  

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INFORME DE LA DEFENSORIA DEL PUEBLO DE LA CIUDAD

Veneno: Cada dosis de paco se consigue por un peso

De acuerdo a la primera investigación realizada en el país sobre la pasta base de cocaína -vulgarmente denominada paco-, su consumo no es exclusivo de los sectores más postergados de la sociedad sino que ya se extendió a los niveles medios de la población. Para los especialistas cualquier política que pretenda frenar su ingesta “debe aproximarse a los sujetos que son sus destinatarios, y no esperar que sean ellos quienes se acerquen”.

El Informe Pasta Base de Cocaína (PBC), encargado por la ONG internacional Transnational Institute a la Asociación Civil Intercambios, define a la sustancia como “el residuo del proceso de elaboración de clorhidrato de cocaína” luego de haber sido tratada con querosene y ácido sulfúrico (ocasionalmente también se utiliza cloroformo, éter o carbonato de potasio), y precisa que la mayoría de sus consumidores la fuma “haciendo una pipa casera con distintos elementos de uso cotidiano: una lata de gaseosa, una bombilla de mate, la parte superior de un sifón, un corcho, un dosificador de medicamento para el asma, el tubo de una cortina de baño o el trozo del tubo de una antena de televisión”.

Tanto entre los que la consumen como entre quienes tratan a los adictos a ella, la pasta base es percibida como más dañina que el resto de las drogas. Sin embargo, Raúl Alejandro Corda, abogado y autor de la investigación junto a Victoria Rangugni y Diana Rossi, explica que “los efectos perniciosos para la salud son los mismos de todas las formas de cocaína fumable (pasta base, crack, base libre): problemas en la cavidad bucal (quemaduras en labios y daños en encías y dientes) y en los aparatos respiratorio y gastrointestinal.

El paco no mata. Ningún objeto inerte lo hace. En todo caso, su utilización en cierto contexto puede producir un efecto pernicioso, con consecuencias fatales. Frente a situaciones sociales tan complejas como las que a veces se presentan, donde abundan mucho más las carencias de toda clase que las sustancias ilegales, atribuirle a éstas últimas determinadas causas significa colocar un velo frente a la realidad imperante”.

Según el estudio –elaborado a partir de la información proveniente de 31 entrevistas en profundidad efectuadas a consumidores, dealers y profesionales que trabajan en contacto con esta problemática-, los usuarios cubren la PBC con ceniza de cigarrillos antes de fumarla, y la calientan poniendo sobre esa mezcla la llama de un encendedor, para evitar se queme o se pegue a la pipa por efecto del calor. La misma función puede cumplirla algún metal pequeño como el papel de aluminio de la tapa de un yogur o parte de una esponja metálica molida, todos elementos de uso cotidiano y, por lo tanto, de fácil obtención.

Aunque existe una fuerte asociación entre PBC y pobreza, el estudio concluye que el uso de esta sustancia podría estar extendiéndose en los sectores medios de la población. “Efectivamente, cuando realizamos el estudio exploratorio observamos que en los medios de comunicación se reproduce una imagen del consumidor de pasta base ligado a las clases bajas, cada vez más chico, que ingiere esa sustancia de forma compulsiva y asociado a situaciones de violencia”, relata Corda.

“Pero al recolectar la voz de los usuarios, sin dejar de reconocer que hay casos en los que se presentan algunas de esas características, advertimos que esos elementos eran relativos ya que detectamos que la PBC está presente en otros estratos sociales y franjas etarias. Lo que sucede es que el consumo de los sectores bajos resulta mucho más visible que el realizado por los medios, más circunscrito al ámbito doméstico y, por ello, menos perceptible”.

Con respecto al valor de la pasta base de cocaína, los testimonios recogidos indican que cada dosis cuesta entre 1 y 2 pesos y alcanza para pocas pitadas, por lo cual rápidamente se genera la necesidad de reiterar el consumo: “El paco te deja duro y perseguido –asegura en una de las entrevistas un usuario habitual- y su efecto es mucho más rápido, más intenso, pero más breve que el de la cocaína”.

De todas formas, el estudio también contradice las visiones que presentan a los consumidores de drogas como sujetos privados de la capacidad de entender su situación y más aún de la posibilidad de decidir, ya que muchos de las voces consultadas expresan “su posibilidad de reflexión respecto de los problemas asociados al consumo, lo que les permite incorporar medidas de protección, reducción o abandono del uso”.

Aunque no existen datos sobre el número de fumadores de paco existentes en la ciudad de Buenos Aires, algunas cifras a nivel nacional dan cuenta de que el consumo está aumentando peligrosamente: “El segundo estudio nacional sobre población realizado en 2004 entre personas de 16 y 65 años por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) permitió detectar que en las 7.650 viviendas relevadas un 0,2 por ciento de los encuestados había consumido pasta base al menos una vez en su vida”, subraya Corda.

Por su parte, la Segunda Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media 2005, efectuada por el mismo organismo, refleja que dentro de las drogas ilícitas, la que mayores incrementos registra en su ingesta es la pasta base, con un aumento del 200% en el período 2001-2005. El trabajo se realizó en 586 escuelas de todo el país, donde fueron entrevistados 62.700 chicos de entre 13 y 17 años.

Los datos arrojados por la pesquisa efectuada por los investigadores de la asociación Intercambios evidencian que nuestro país ha comenzado a dejar de ser un lugar de tránsito del clorhidrato de cocaína para convertirse en uno de producción en la etapa final: “La creciente presencia de PBC, sumada al aumento de laboratorios en los últimos años, permite afirmar que el proceso de elaboración de esta sustancia ha empezado a trasladarse a territorio nacional”, afirma Corda.”Aunque no pueda equipararse al rol desempeñado en el mercado por los países andinos, Argentina asumió un papel más activo, lo cual explicaría una mayor circulación del residuo de esta producción destinado principalmente al ámbito local, mientras que la cocaína refinada se exporta a sitios donde se obtiene una ganancia mucho mayor por la venta”.

Como parte del Plan de Atención Integral sobre el Consumo y Dependencia de la Pasta Base de Cocaína, Gobierno porteño inauguró a mediados de marzo en el barrio de Flores la Casa Puerto, un centro de asistencia integral para niños, niñas y adolescentes entre 8 y 18 años adictos al paco, derivados a través de los hospitales públicos y las distintas organizaciones sociales empeñadas en frenar el consumo de esta sustancia.

“Que el tema de las adicciones se haya instalado en la agenda política resulta más que saludable” opina Corda. “Pero cualquier política que se desarrolle en este sentido debe aproximarse a los sujetos que son sus destinatarios, y no esperar que sean ellos quienes se acerquen. Los planes para tratar adicciones tampoco deberían discriminar la sustancia ingerida -PBC en este caso-, porque eso puede contribuir a que se estigmatice a los individuos que la ingieren, sobre todo cuando lo que suele presentarse es el consumo de varios compuestos, tanto legales como ilegales.

Nosotros impulsamos la estrategia de la reducción de daños, que apunta a la atención de las consecuencias nocivas que puede producir el consumo de PBC y que posibilita mejorar la calidad de vida de los adictos e, incluso, hacer más efectivas las intervenciones que ya existen, muchas de las cuales aguardan a los consumidores en lugar de ir en busca de ellos y hacerlos partícipes de su propia realidad”.




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