Fecha de Publicación:14/08/09 |
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VECINOS DE PARQUE CHAS POR EL MUNDO
"Mi infancia en Parque Chas"
Desde Francia nos escribió Natalio Vita
Queridos amigos de Parque Chas,
Yo también formo parte de aquellos privilegiados que pudieron
pasar su infancia y adolescencia jugando en las calles de nuestro
querido barrio.
Nací en Av de los Incas al 4500, entre Triunvirato y Torrent.
Fui a la escuela n° 7 en Triunvirato y Mariano Acha, después
llamada Domingo Matheu.
Como mis compañeros de clase vivían también en
el mismo barrio, pasábamos los momentos libres andando en bicicleta
por el barrio (así fue como terminamos de conocerlo muy bien)
y jugando en la placita Dominguito Sarmiento o al fútbol en
la plaza del Trébol. Alli jugabamos a las bolitas con Carlitos,
aprendimos a jugar al metegol y de más grandes aprendimos al
billar.
Me acuerdo muy bien de los comercios en torno a mi casa, ya que de
chico acompañaba a mi madre a hacer las compras: Enrique, el
almacenero de la esquina (Los Incas y Torrent), las panaderías
“Las Delicias” (av. Triunvirato) y “Diana”
(Cádiz), la heladería “Parque Chas” sobre
av. Triunvirato y la famosa pizzería PinPun, en Triunvirato
esq. Donato Alvarez (hoy Combatientes de Malvinas). Un gran recuerdo
también era la desquería ReQuiBo, ya que en los años
60 invitaba artistas y hacían espectáculos en vivo en
un escenario que se armaba sobre la vereda.
En aquellas épocas pasábamos todo el tiempo en la calle
con mis amigos (Carlitos, Miguel Angel, Alfredo y el gordo Carlos),
andando en bici o simplemente jugando en la vereda. Recuerdo las tardes
de verano en carnaval, paseándonos con las bombitas o con los
pomos de agua buscando chicas para mojarlas.
Siendo un poco mas grandes, ya en los 70, nuestro pasatiempo favorito
era jugar a la pelota en la calle, para eso teníamos diferentes
“canchitas” en función del estado de animo de los
vecinos. Una era en el pasaje Del Temple. Jugábamos un “frente
a frente” usando como arco la puerta del garaje de una casa
(del tano Enzo) y el paredón de la casa de enfrente. Cuando
los vecinos nos echaban ya que los pelotazos en las puertas eran realmente
insoportables, nos mudábamos a Torrent que tenia la ventaja
que las veredas eran mas anchas pero el inconveniente que la calle
era de adoquines (la pelota no picaba muy bien) y además pasaban
mas autos. El otro lugar favorito para hacer buenos picados era el
pasaje Behring. Allí vivía uno de mis mejores amigos,
Miguel Ángel y recuerdo que pasábamos gran parte de
nuestro tiempo en su casa, jugando en la terraza a los autitos cuando
éramos pocos y cuando se juntaban unos cuantos bajábamos
y jugábamos al fútbol. Se armaban unos lindos picados
ya que había una barra de pibes un poco más grandes
que nosotros que siempre nos desafiaban. Un partido histórico
fue cuando una vez les ganamos ya que nosotros ya habíamos
crecido lo suficiente para jugar mejor que ellos al fútbol,
fue uno de los días más felices de nuestras vidas.
En paralelo con nuestra actividad futbolística y teniendo en
cuenta que ya teníamos entre 14 y 15 años, comenzaron
los bailes con las chicas del barrio.
Como en esa época íbamos a escuelas separadas, es decir
los varones y las chicas iban a escuelas diferentes, nuestro dialogo
con chicas de nuestra edad era limitado y además ninguno de
nosotros tenia hermanas de nuestra edad. De modo que el primer contacto
con chicas para poder invitarlas tuvo que organizarse tipo operación
comando. Con Carlitos habíamos visto que Nora, una de las chicas
del barrio que nos gustaba pasaba todas las tardes por la puerta de
mi casa volviendo del colegio. Así fue como una tarde (después
de haber pasado una semana pensando que decir) tomamos coraje y nos
acercamos a ella para proponerle hacer un “asalto” como
se decía por esas épocas en casa de Miguel Ángel.
Las chicas se ocuparían de la comida y nosotros de las bebidas.
La idea tuvo éxito ya que Nora invito a sus amigas, Maria Elena
y Liliana y un sábado hicimos la fiesta en la terraza de la
casa de Miguel. El solo inconveniente fue que ellas eran tres y nosotros
seis, así que tuvimos que organizarnos para que todos pudieran
bailar. Todo funciono de maravillas hasta que el papá de unas
de las chicas llego furioso a la fiesta protestando ya que había
visto a su hija bailando “muy abrazada” con uno de los
chicos ! Después nos enteramos que el muy pícaro se
había subido al tanque de agua de su casa (sobre la calle Arismendi)
y desde allí espiaba lo que hacíamos en la terraza de
la casa de Miguel que daba sobre Behring. Ese evento no tuvo influencias
sobre los futuros bailes que seguimos haciendo en diferentes casas,
pero la anécdota del papá subido al tanque de agua permaneció
latente ya que inconscientemente siempre mirábamos alrededor
nuestro mientras bailábamos los “lentos”.
Luego fuimos creciendo y salimos de los límites de nuestro
barrio. Comenzamos a ir a bailes de estudiantes organizados por los
colegios para juntar dinero para el viaje de fin de año, o
sino a locales bailables, San Jorge sobre la calle Nazca o a Vicente
López u Olivos que estaba muy a la moda en esas épocas.
Eso nos permitió hacer otras amistades y sobre todo conocer
a nuestras novias y con el correr del tiempo organizar nuestras vidas
de otra forma, los estudios universitarios, el trabajo, fundar una
familia y en mi caso seguir mi carrera en el extranjero. No obstante
eso, por suerte pudimos mantener esa profunda amistad con los amigos
de la infancia y seguir en contacto o viéndonos de tanto en
tanto para recordar lo que fue para nosotros los mejores años
de nuestras vidas, nuestra infancia en Parque Chas.
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