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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:23/03/09 Redacción ParqueChasWeb

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CIENTOS DE PORTEÑOS JUGARON A LA RAYUELA

Llegando al Cielo por la 9 de Julio

Fue en el cierre de los homenajes por los veinticinco años de la muerte de Julio Cortázar



Por Lorena Inés Santa Cruz
lorenaisantacruz@gmail.com

Sábado 21 de marzo de 2009, cientos de personas –en su mayoría jóvenes- juegan a la rayuela en la Avenida 9 de Julio (la más ancha del mundo). ¿De dónde salieron? ¿Provendrán de un cuento de Cortázar?. Puede que sí, en su homenaje se han reunido como si los personajes de un cuento no escrito pudieran honrar a un autor que los dejó.




Hace veinticinco años moría en París uno de los hombres que revolucionó la literatura, ese belga, argentino, francés que hablaba en sus novelas y cuentos de prostitutas, galerías, autopistas, cartas, la muerte y objetos cotidianos que se transformaban irremisiblemente. Hace veinticinco años se apagaba una llama. Hace veinticinco años se fue Julio Cortázar y nos dejó un vacío. Para todos los que nos iniciamos en su viaje mágico, Cortázar fue y es una inspiración gloriosa.

¿Y qué homenaje merece el Maestro en la celebración de este cuarto de siglo sin él? Un homenaje que intervenga, un homenaje único en el mundo. Marta Minujín, la artista plástica conocida por su descaro vanguardista fue la elegida para el cierre de los homenajes y llevó su intervención urbana con éxito. La convocatoria se hacía eco a través de los afiches callejeros y la página del Gobierno de la Ciudad. Minujín pintó rayuelas en honor a la obra maestra del escritor, las llevó a la 9 de Julio, confeccionó piedras fluorescentes y las autografío y mientras alentaba con el megáfono a cientos de personas que jugaron durante una hora – de 18 a 19- sobre el asfalto se alimentó esa obra efímera, como a ella le gusta llamarla.

El público era heterogéneo, había jóvenes que circulaban con libros del escritor en la mano, familias con hijos, adultos, turistas con cámaras ultramodernas que no podían creer lo que veían y periodistas que perseguían a Minujín por todos lados. La artista plástica lucía un enterito dorado y sus anteojos de sol incuestionables. Los colaboradores estaban con pecheras plateadas con el lema del encuentro, “Rayuelarte” y su tarea consistía en impedir el paso del público a la zona de juego, pero luego de un rato, cansados de los que se colaban, habilitaron el paso. Algunos más correctos respetaron el lema, jugar a la rayuela mientras mujeres con peluca rubia carré y anteojos oscuros al estilo Minujín los miraban atentamente.





De la Tierra al Cielo y si ganaban podían saltar a otra rayuela y si ganaban podían llegar a la última y llevarse el premio: la piedra mágica autografiada por la artista. Acompañaban decenas de saxofonistas que interpretaban la melodía de “El Perseguidor”.

Minujín agitaba y gritaba su célebre frase, “arte, arte, arte” que se hizo popular cuando la encontraron con cocaína tratando de subir a un avión. Mijunín decía, “"¿Quién pierde?: nadie que crea que todo puede ser más bello. Nadie que quiera divertirse. Nadie que recupere un poquito de infancia".

A las 19 hs. en la Tierra levantaron las rayuelas y la multitud se desconcentró. Cortázar sonrío desde el Cielo, mientras recitaba:

“Dedée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johny no estaba bien, y me he ido enseguida al hotel”
. (Fuente: "Cuentos completos I", Julio Cortázar, Editorial Punto de Lectura, El perseguidor, pp. 299, Buenos Aires, 2007)





 


 








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