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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:24/10/08  

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NOTA DE OPINIÓN

La vitalidad porteña del capitalismo

Por Carlos del Frade
para Agencia "Pelota de Trapo"


Mientras los grandes medios de comunicación multiplican la supuesta caída del sistema, en la orgullosa capital de la Argentina, en el sur del sur, la impúdica marcha de los que concentran riquezas en pocas manos y distribuyen la pobreza entre millones, sigue invicta y prepotente.

Los números gritan la realidad que no aparece en los índices que cifran el misterio de las bolsas de comercio del planeta

Son guarismos guarangos, señales de la vitalidad de una forma bestial de existencia.

Lejos de la vida colectiva de los que intentan empatarle al fin de mes en la coqueta y cantada por generaciones ciudad de Buenos Aires, es probable que caigan edificios mentirosos y especulativos; pero aquí abajo, en estos atribulados arrabales del cosmos, el capitalismo genera más y más empobrecidos.

La llamada Defensoría de la ciudad acaba de informar que había ciento cincuenta mil personas viviendo en villas miserias hacia mediados de 2007. Un año después, la cifra se ubica entre las doscientos mil y las doscientos treinta y cinco mil.

La noticia remarca que “desde 2001, duplicaron su población, como mínimo, y sólo el último año y medio el número de habitantes creció más del 30 por ciento. Hace siete años unas 100 mil personas vivían en los 14 asentamientos reconocidos por el gobierno porteño”.

El capitalismo no para en estas tierras.

Pero la prensa suele ser generosa.

Dicen que el actual jefe de la ciudad y precandidato presidencial para 2011, Mauricio Macri, “no encuentra soluciones”.

¿Qué soluciones pensarán los optimistas redactores que circulan por la cabeza del ex presidente del club de fútbol más popular de la Argentina?

Macri es la expresión de una clase empresarial que vivió siempre del estado nacional y sin mayores preocupaciones sociales.

Los negocios de su padre lo llevaron a convertirse en uno de los dueños del país.

De esos que forjaron la postal de la Argentina contemporánea de principios del tercer milenio: minorías que parecen vivir en Suiza y mayorías ajenas a las riquezas que producen.

Por eso su padre sigue haciendo negocios con el estado nacional y él, Mauricio, desde la principal ciudad del país, sueña con la primera magistratura, cabalgando sobre una ola creciente de pensamientos e ideas de derecha.

La solución de Macri es la de siempre: garantizar las ganancias para pocos. Lo demás, en todo caso, será responsabilidad del estado nacional. Es fiel a la matriz que lo llevó a la presidencia de Boca Juniors, primero, y a la intendencia de Buenos Aires, después. La política solamente sirve para encargarse de los restos, de las sobras que produce la orgía de las élites. Y él, Mauricio, que expresa esa forma de ser de las élites, no tiene soluciones, simplemente repite el esquema aprendido y heredado. Multiplica la pobreza al mismo tiempo que protege y auspicia los grandes negocios de los que son menos.

Atención editorialistas del planeta: el sistema podrá caerse en Wall Street, sin embargo en la Reina del Plata goza de buena salud. Mauricio Macri lo garantiza.



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